Los lunares, ya sean susurrados en microformas o declarados en círculos audaces, del tamaño de un salón de baile, están viviendo su reencarnación más glamurosa hasta la fecha. Este estampado atemporal, con su paradójica personalidad de capricho lúdico y precisión de alta costura, ha seducido los armarios durante siglos. Pero en Copenhague esta temporada, no solo regresó, sino que se impuso.
Los lunares, que en su día fueron un acento coqueto en la moda masculina del siglo XIX (como corbatas dandis y pañuelos de seda), encontraron su musa eterna en las mujeres. Audrey Hepburn los lució con sutil gracia, Marlene Dietrich les dio una seriedad cinematográfica y Marilyn Monroe les infundió un encanto innegable. A partir de entonces, el motivo dejó de ser un patrón para convertirse en una declaración cultural.
Esta Primavera/Verano 2025, los lunares resurgieron con una confianza sin complejos. Acne Studios, Moschino, Valentino y Carolina Herrera reinventaron el estampado desde una perspectiva contemporánea: una sastrería más nítida, yuxtaposiciones de tejidos inesperadas y un juego de escalas que oscilaba entre el arte y la provocación. Conforme estas colecciones llegaban a las boutiques, la tendencia se expandió con naturalidad al estilo cotidiano.
Para la primavera/verano de 2026 en Copenhague, el impulso había cobrado fuerza. Desde las románticas interpretaciones de Caro Editions hasta la audaz inserción de lunares de Rolf Ekroth en la ropa masculina, y el poético final de micropuntos de Rotate, las pasarelas de la capital danesa se convirtieron en una constelación viviente.
Si las pasarelas eran la teoría, las calles de Copenhague eran la prueba. Conocida por sus audaces superposiciones, su audacia gráfica y una paleta de colores que se niega a ser tímida, la ciudad brindó el escenario perfecto para el renacimiento del estampado.
Aquí, los conjuntos de lunares de pies a cabeza acapararon la atención: faldas vaporosas con blusas a juego, volantes que amplificaban su dramatismo, y el volumen que dejaba espacio para que los lunares bailaran. Y mientras los maximalistas tenían su momento, los minimalistas se hicieron notar: una blusa de gasa de lunares metida por dentro en un pantalón beige de pierna ancha; un blazer corto combinado con una minifalda globo y tacones de aguja: sobrio, pero con una elegancia letal.
Los lunares también resultaron ser un lienzo versátil para la creatividad. Los accesorios con el motivo, combinados con todo tipo de telas, se convirtieron en piezas clave al instante. El lado lúdico del estampado brilló al combinarlo con otros estampados: en un look, los lunares se mezclaron con las rayas, una combinación inesperada pero efectiva. Los estilistas enfatizaron que la coordinación de colores es clave al mezclar estampados; tener al menos un tono común, como el marrón en este caso, ayuda a unificar el look general.
La magia de esta temporada reside en su adaptabilidad. Con cambios de escala, colocación y textura, los lunares pueden ser rebeldes o sobrios, vintage o hipermodernos. Son ese estampado inusual que solo te exige atención, sin necesidad de renovar tu armario por completo.
Mientras la moda oscila entre la nostalgia y la novedad, los lunares demuestran que no son solo supervivientes de la historia del estilo. Son cambiantes. Eternos. Infinitamente reinventados. Y ahora mismo, imposibles de ignorar.
Texto: Equipo editorial
Fotografía: Francesca Babbi